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01 NOV 2019 - 09:29 | Sociedad
Literatura y cultura audiovisual

El día que Borges estuvo en Dolores

El documental “Borges y yo” recupera voces de quienes estuvieron en 1981 junto al escritor en el marco de una transfiguración de los espacios de la ciudad en una verdadera geografía borgeana. La historia del pibe de 15 años que no entendió “Tlon, Uqbar y OrbisTertius” y llamó al escritor para que se lo explicara.

El documental recupera las voces de quienes vivieron la visita de Borges. (Foto: Héctor José Siccardi)

La historia empezó en 1981, con un pibe de 15 años que sacó de la biblioteca del Club Sarmiento de Dolores un ejemplar de Ficciones, y sigue con un ejemplar de la guía telefónica de Buenos Aires del año 1940 que el padre trae a casa, junto con los fascículos de la Capítulo que hablaban de Borges. El pibe lee el libro desde el inicio y se topa con “Tlôn, Uqbar y OrbiusTertius”. No entiende mucho y se le ocurre que lo más sencillo es preguntarle al autor. Capítulo proporciona el nombre de la madre, la guía le tira un número que disca; cuando le contestan pide hablar con Borges; cuando le responde le trasmite su pregunta y, luego de algunas palabras, el escritor le dice “véngase el sábado a tal hora y lo charlamos”.

Después vino la invitación y un fin de semana de noviembre de ese año, Borges apareció en Dolores, dio una conferencia sobre la poesía, cenó sólo queso y dulce, pidió dar la vuelta “a la ronda”, tomó el té en la casa de César Vilgré La Madrid, uno de los más recordados intelectuales dolorenses, y regresó a su casa, diciendo “he conocido a un hombre muy encantador que sabe de nuestros ancestros más que madre y yo”.
Muchos años después, Diego Sachella decidió rescatar aquella anécdota de sus 15 años y filmar un documental que tituló “Borges y yo” y que se presentó ayer en el Instituto del Profesorado 168 de la Escuela Normal. “Esa conferencia, esa visita, pertenecen a la memoria de la ciudad”, señaló en la charla.


Sachella recordó que, al regresar, Borges dijo que Dolores, para él eran voces y “un amarillo”, el color que su ceguera le permitía todavía ver y que remitía a un taxi que casi los atropelló en su caminata. Por eso, el documental es precisamente eso: voces de quienes estuvieron en esos días e imágenes de un Dolores transfigurado en “geografía borgeana”. Un juego de cámara que remeda el paso incierto del anciano ciego, baldosas que terminan configurando laberintos, pasillos que se abisman en la incertidumbre y el recuerdo de una foto en un banco de plaza rodeado de chicos con los que conversa feliz.


“María Ester Vázquez me decía que ‘lo que ustedes hicieron en Dolores fue hacerlo feliz, y si había jóvenes, mucho más todavía’”, evocó Sachella.