Lunes 25 de noviembre de 2024
16 SEP 2019 - 15:53 | Opinión

Pausa entre fracasos, la nueva columna de Jorge Asís

En su agudo análisis de la realidad política argentina, el notable periodista y escritor pone el foco en cuatro tópicos: “Descontrol de la calle”, “Deskirchnerización del kirchnerismo”, “Noción de albertismo” y “Liga (tácita) de Gobernadores”.

“Suele aceptarse, con resignado cinismo, que la pobreza, después de cada fracaso, es más intensa”, postula Asís.

1.- Descontrol de la calle
El espectáculo intolerable de la pobreza provocó la precipitada “emergencia alimentaria”.
Suele aceptarse, con resignado cinismo, que la pobreza, después de cada fracaso, es más intensa.
Pero por suerte ya está organizada. Diversas vertientes se extienden desde la religión hasta la ideología.
La exhibición de la pobreza, sin pudores, atemoriza.
Cuando se planta, con insolencia de clase, en las avenidas principales.
El disgusto estético produce una conducta defensiva ética.
Cuando socialmente demuestra su fuerza.
Con la agresividad expresionista de las ollas humeantes de polenta y de porotos.
Con las colas de pacientes consumidores que esperan a las buenas señoras que llenan sus bandejas de plástico.
Entre niños que miran, o corren como si el acampe fuera, en cierto modo, un festejo.
Cierto analista, luminosamente equivocado, asegura que no hay riesgo de caos. De desbande, ni de tomas, invasiones.
Porque el peronismo está quieto y espera, otra vez al borde del poder.
Consta que el peronismo no tiene más el control de la calle. Apenas, como complemento, a veces comparte el descontrol.
No contiene a las organizaciones sociales que reclaman. Paralizan. Exasperan a los honestos ciudadanos que no pueden desplazarse.
Pero macristas y peronistas lo comprendieron tarde.
Bastó que los pobres estructuralmente movilizados acamparan para picarles el boleto.
Para arrugar, se produjo la ceremonia del consenso.
Declarar la emergencia alimentaria durante la pausa. La transición.
Mientras se elabora el próximo fracaso.

2.- Deskirchnerización del kirchnerismo
La Doctora y Alberto El Estadista van a intentar, en 2019, lo que no pudieron hacer en 2007.
Deskirchnerizar al kirchnerismo.
Juntos pregonaban la “superior calidad institucional”. Se inspiraban en Alemania.
Preparaban un gobierno donde no iban a tener lugar los apuntados por el dedo de la corrupción.
Se creyeron su propio discurso de campaña.
Pero Néstor Kirchner, El Furia, que mandaba, sentenció.
“Julio queda, Jaime queda…”.

Consta que la Doctora fue presidente por El Furia.
Consta también que, por El Furia, no fue la presidente que hubiera querido ser (tema ampliado en un proyecto literario en gestación).
Alberto El Estadista aspira a renovar la épica del primer gobierno. El de Néstor desde 2003 a 2007. Lo acompañó como Premier.
Pero «sin corrupción».
Sin disponer del atributo fundamental de Kirchner. La eficacia recaudatoria.
Hablar de kirchnerismo sin el Sistema Recaudatorio de Acumulación es una osadía irresponsable. Se diluye en el vacío.
Sin Julio ni Jaime, ambos presos, como el doblemente arrepentido José.
Sin aludir a Lázaro. O a Cristóbal (presos que pronto van a salir).
Sin Icazuriaga ni Cameron. Sin Alicia, La Fotocopia, hoy señora Gobernadora.
Sin el folklore del susto colectivo que propagaba Guillermo Moreno, entre los empresarios que ponían los pies en el plato.
En la deskirchnerización del kirchnerismo que se viene cuesta encontrar un lugar, incluso, para Carlos Zaninni, El Cenador.
Mientras tanto Oscar Parrilli, El Incomparable Godfrey, tiene aceptable suerte.
Porque Godfrey va a ser senador real. Podrá continuar al servicio exclusivo de La Doctora.

3.- Noción de albertismo
Estremecen los analistas voluntarios que pugnan por diferenciar al albertismo del “kirchnerismo duro”.
Dícese del kirchnerismo que representan los cuarentones reciclados de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
Junto a los exponentes sueltos del “frepasito tardío”.
Sellos de admirables “buscapinas” que sostienen el cuento de la Unidad Ciudadana, el artificio vegano de La Doctora.
Es precisamente a La Doctora a la que quieren (los analistas voluntarios) diferenciar de Alberto.
Para “enviarla a cuidar a los nietos”.
Como si el albertismo, en efecto, existiera.
Se trata de un compacto grupo de buenos amigos sexagenarios que proceden, en general, del peronismo de la capital.
Discípulos relativamente aventajados del extinto Eduardo Vaca, de Carlos Grosso, Il Consiglieri, o del Chacho Álvarez que “se fue y ya no guía a nadie”.
Sólo una vez aquel peronismo de la capital pudo festejar un triunfo que en el fondo lo bastardea.
Con el riojano Erman González, Cantante de Boleros, en el mejor momento de Menem-Cavallo.
Dupla que, con el tiempo, pese a los escraches del señor Biscay, va a estudiarse como el último proyecto capitalista (del país obstinado en desintegrarse).

4.- Liga (tácita) de Gobernadores
Lo que existe, como factor de poder, es la Liga (Tácita) de Gobernadores.
Con la iniciativa telefónica de algún operador inspirado, los gobernadores se encolumnaron detrás de la ingeniosa idea de La Doctora.
Postularse para la vicepresidencia. Y ceder el primer lugar a un correcto funcionario, sin relevancia ni territorio. Alberto El Estadista.
Aquí debe destacarse la encomiable labor del tucumano Juan Manzur, El Menemcito.
Y la sagacidad de la tropilla de gobernadores que no vaciló en sumarse, con la excepción formal de Juan Schiaretti (el cordobecismo «marca su nivel»).
Más sangre, aparte, ya no se le podía sacar al Tercer Gobierno Radical de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Estaba ya (Macri) en la terapia intensiva del mantenimiento. Ensimismado en el mérito exclusivo de durar.
Con la ciclotimia del derrotado que aún cree, en raptos de manija, que puede levantarse de la camilla, arrancarse el suero y vencer.

En La Liga (tácita) de Gobernadores subyace la estrategia del peronismo que se re-significa permanentemente.
Para perplejidad de los esquemáticos que se desviven por interpretarlo.
La Liga suple, en el rol de columna vertebral, a las deterioradas organizaciones sindicales.
Que de todos modos se agregan, pero ya sin la potencia que mantenía el sindicalismo en las legislaturas de antaño.
Cuando eran una rama, la sindical. Y no una prótesis involuntaria, como en la actualidad.

Entre las gobernaciones se preparan, para 2023, cuatro o cinco proyectos presidenciales.
Si el experimento de La Doctora con Alberto funciona, y puede administrar el colapso, podrá extenderse.
Pero el peronismo mantiene su nutrido banco de suplentes.
Perotti, Uñac, Bordet, Manzur, el propio maltratado Schiaretti, que junto a Alberto Rodríguez Saa son los “viejitos” de la tropilla.
Y con los otros experimentados en el manejo del poder, que reclaman, a los gritos, por un García Marquez que los reproduzca e inmortalice.
Un Valle Inclán, un Miguel Ángel Asturias, por lo menos un Asís.
Emblemas del poder que distan de entusiasmarse con el espejismo de la proyección nacional.
Como Gerardo Zamora, en Santiago del Estero. Es de los mejores peronistas sin serlo, desde su origen radical.
O Gildo Insfrán, de Formosa, al que todos secretamente admiran. Y valoran, aunque en silencio unánime.
O “Carlitos” Rovira, el apartado que enseña, desde Misiones, que se puede gobernar durante décadas, sin ser, siquiera, el nimio gobernador.