Compás de espera: el libro que el dolorense Daniel Calabrese pudo escribir 40 años después de Malvinas
Un poemario “basado ligeramente en mi biografía”, que rechaza la épica y retoma la experiencia de estar movilizado en el teatro de operaciones, a la espera de entrar en combate.
Daniel Calabrese es un poeta argentino de reconocimiento internacional. Sus obras han sido publicadas en varios países, traducidas al portugués, italiano, inglés, japonés y búlgaro. Nació en Dolores y actualmente reside en Chile, donde dirige una editorial.
En marzo de 1982, Calabrese estaba bailando en Cipriano, el boliche de moda de su ciudad natal, cuando llegó un radiograma a la comisaría y lo fue a buscar la policía para avisarle que debía presentarse en el ejército. Movilizado al sur, formó parte del llamado primer relevo, “para cuando comenzaran a regresar ‘los muertos, los heridos y los cansados’”.
“Había una espera muy tensa porque en cualquier momento nos llevaban a las islas y había a combatir”, explica en diálogo con ENTRELINEAS. “El ángulo de tensión para mí estaba clavado en la idea de matar o morir. Por momentos me parecía más jodido tener que matar que morir”, señala. “Lo otro era que yo ya había leído algunas cosas sobre esas guerras que duraban tantos años. Yo tenía muchas ilusiones, me quería ir de Dolores, tenía la mirada puesta en el horizonte y pensé que eso me iba a arruinar la juventud porque podía eternizarse.”
Pero empiezan a suceder eventos inesperados que, en el mismo momento de cruzar a las islas, impiden que el escuadrón concrete el viaje y ese es el motivo del título del libro y el sentido que lo atraviesa. “Lo primero que sucedió fue una tormenta de nieve: estábamos desarmando el campamento porque nos dijeron “llegó la hora” y un metro de nieve –así se llama uno de los poemas- impide que cruzáramos a las islas”.
“Después, los ingleses ganan una batalla y se corta el puente aéreo con Comodoro Rivadavia, entonces nos iban a llevar a Río Gallegos para cruzarnos desde ahí. Pero luego mandaron a otro contingente que estaba más cerca”.
“Cuando ya nos enfilábamos para Río Gallegos, llegan las noticias de que los tanques iguales a los de mi regimiento, se hundían en el suelo ya barroso de las islas porque avanzaba el invierno y la temporada de lluvia.”
“Y la cuarta vez fue cuando Chile, donde estaba Pinochet, empezó a movilizar gente al sur porque Argentina tenía una gran cantidad de soldados allí –recordemos que cuatro años casi había sido la guerra por el Beagle- y por eso nos enviaron al valle del Río Negro, a defender posiciones imaginarias por si acaso Chile se involucraba en el conflicto.”
“Ese es el ángulo del libro, la tensión de la espera”, sintetiza.
Una derrota de la humanidad
Calabrese aclara que el suyo “no es un libro que tenga que ver con lo épico, porque como Prokosch le hace decir a Lord Byron, los recuerdos son más valiosos que los hechos históricos. Esto es poesía basado ligeramente en mi biografía”, como señala la nota que precede al poemario.
“Yo estoy por la reivindicación absoluta e inclaudicable de las islas pero no estuve nunca a favor de la invasión hecha por una dictadura que instrumentalizó de muy mala manera esa reivindicación histórica, mandando chicos de 18 y 19 años a una guerra absurda”, expresa.
“El concepto, por sobre todo, es la humanidad. El libro está dedicado a todos los muertos, porque me pregunto si la muerte no es la gran unificadora, si las fronteras que dividieron a esos seres cuando estaban vivos van a seguir existiendo en el más allá”, por lo que enfatiza en que “me parece indiscutible que se realice un traspaso de la soberanía a la Argentina, pero no por la vía armada. Para mí, una guerra va a ser siempre una derrota de la humanidad.”
En lo que reconoce que puede resultar una postura “incómoda”, considera un error hablar de los chicos como “héroes”. “Creo que no cumplen con la figura de los héroes que tenemos del imaginario griego. No eran voluntarios, fueron reclutados a la fuerza. Tal vez sea mejor “mártires”. Esto que digo molesta bastante porque contra los nacionalismos siempre trato de tener una posición no tan fanática. Las nacionalidades unen a las personas y los nacionalismos las dividen”.
Sostiene que, en la guerra, había un ejército dividido en dos bandos. Por un lado, “una oficialidad dictatorial, extremadamente violenta y despreciativa del ser humano. La dictadura se estaba cayendo a pedazos y recurrió a ese manotazo de ahogado para levantar su popularidad”.
Por el otro lado estaban los chicos, que, como en su caso, vivieron hasta la tortura por parte de sus propios jefes. Además “sabíamos que la gran contracultura de Occidente vino a partir del rock que produjo cambios inmensos en la manera de ser. Galtieri, junto con invadir las islas prohibió la música en inglés. ¿Cómo esperaban ellos lograr un espíritu de cuerpo contra una cultura, cuando los chicos reclutados eran todos admiradores de esa cultura en ese momento? En el año 80 todos lloramos la muerte de John Lennon y dos años después John Lennon estaba prohibido en la radio por los dictadores.”