El 9 de agosto de 1986, 35 años atrás, Freddie Mercury se presentaba por última vez en vivo con Queen. Fue en Knebworth, ante 120.000 espectadores. En el show pasó de todo: temas inolvidables, un homicidio entre la multitud y hasta un helicóptero para rescatar a los artistas. Freddie lo vivió con pasión. Nadie podía imaginar que ya no se subiría a un escenario
“Muchas gracias a todos. Buenas noches y dulces sueños. Los amamos”. Esas fueron las últimas palabras de Freddie Mercury sobre el escenario. De fondo sonaba God Save the Queen. La gente ovacionaba a la banda. Él, con el torso desnudo, una larga capa real de terciopelo rojo, una corona en una mano y el cetro y el micrófono en la otra, se retiró del escenario. Todo está escrito en una excelente nota del periodista Martín Bauso de Infobae, que repasa este recital único que marcó el fin de una mítica banda del rock internacional.
Ninguno sabía que sería la última vez. Ni ellos cuatro ni las ciento veinte mil personas del público. Imposible planear un final tan cercano a la apoteosis, que se confunda con ella. Para todos era sólo un magnánimo final de una gira triunfal. El Magic Tour en el que presentaban el disco A Kind of Magic había tenido decenas de fechas, siempre agotadas. Queen era una banda de estadios. Su hábitat eran las multitudes.
Un mes antes habían llenado Wembley dos veces. Las entradas para esos conciertos se agotaron en tiempo récord. La gira debía terminar con las tres actuaciones en España. Pero el manager Harvey Goldsmith subió la apuesta y convenció a los músicos de sumar una actuación más. Otra vez en Londres pero en un sitio que de tan grande parecía imposible de llenar.
Los atascos en las vías de acceso duraron horas. Algunos, previsores o ansiosos, acamparon en la entrada para ingresar apenas abriera el predio. Otros tardaron hasta 5 horas para hacer un camino que, en circunstancias normales, sólo les llevaría 30 minutos. Los músicos no podían llegar por tierra. Fueron en un helicóptero que aterrizó en un descampado detrás del escenario.
Ese día la formación fue la de siempre. Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor. Como durante toda la gira, Spike Edney se sumó en teclados y en coros. Se apagaron las luces, la multitud gritó nerviosa, ansiosa y empezó God Moves in a Misterious Ways, una introducción instrumental que permitía aumentar la expectativa, que entraran las palmas del público y que se acomodaran los músicos. Enseguida, el primer tema, One Vision: la guitarra rápida de May y la base rítmica, hasta la entrada de la voz de Freddie.
Era tanta la gente que para la gran mayoría (y también para los músicos) un hecho trágico pasó desapercibido. Mientras sonaba la primera canción de la noche, en el medio del campo, se produjeron algunas corridas. Parecía que era algo pasajero, que la presión de los del fondo ante la emoción del comienzo del show, había empujado a la multitud hacia adelante. La masa se movía de manera uniforme, era como una danza colectiva que iba dejando un lugar abierto en el centro. Allí había ocurrido un asesinato. Un joven fue apuñalado tras una discusión. La policía retiró el cadaver aunque pocos se enteraron del grave incidente. Varias semanas después tres jóvenes fueron acusados por el homicidio.
Apenas terminó el show, el cantante les dijo a sus compañeros: “No puedo más. Me duele todo el cuerpo”. No era una confirmación del final ni mucho menos una renuncia. Sólo una descripción del cansancio tras la sucesión de shows, los viajes, la energía dejada en el escenario ante cientos de miles de personas. “Freddie siempre decía eso cuando terminábamos una gira. No significaba que no seguiría. Sólo que estaba cansado por el trajín”. En las imágenes de ese día no hay ningún indicio del final. Ni en los momentos previos al show, ni en las palabras finales, ni en la actitud de ninguno de los músicos. Freddie Mercury estaba convencido que sólo había terminado la presentación de su disco más reciente. En poco tiempo, creía, se iba a volver a encontrar con su público.
Al año siguiente, Freddie Mercury supo que tenía HIV. El Sida, en ese entonces, era incurable, una sentencia de muerte que al drama de la enfermedad terminal se sumaba el escarnio público, el estigma. Su deterioro físico fue evidente y veloz. Queen, con su formación original, ya no se presentaría en vivo. Pero ese no fue el final de la banda. Freddie Mercury murió el 24 de noviembre de 1991, poco más de 5 años después del recital multitudinario recital en Knebsworth, el último con Queen, aunque nadie en ese momento lo supiera.
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