Quien es Adrián Brown, el dolorense que ganó el Martín Fierro como mejor diseñador
Ejerce a la vez dos profesiones aparentemente disímiles pero que lo ayudan, dice, a mantener el equilibrio, que es también su máxima para el mundo de la moda.
El Salón Blanco de la municipalidad de Dolores tiene una impronta señorial: cortinados pesados color visón sobre cortinas de voile, molduras doradas, amplias y altas puertas de madera, parquet lustroso, sillas y sillones levemente franceses. Un lugar elegante: el adjetivo, en este caso, es más que pertinente.
En la tardecita del viernes, está repleto. Se desarrolla uno de los conversatorios que viene organizando el Concejo Deliberante para distinguir a dolorenses que, en diferentes ámbitos, han realizado una trayectoria destacable. Y esta vez le toca a Adrián Brown, el médico que acaba de recibir el Martín Fierro al mejor diseñador de modas. Dos profesiones que ejerce, según dicen, desde un mismo lugar, el de lo estético.
Según relata, su recuerdo más antiguo en torno a la moda es de los 8 años, cuando jugaba con la caja de retazos de su abuela a armar vestidos. Y desde las revistas Para Ti, Vogue, Hola.
“Ser médico me permitió insertarme socialmente, me da una fuerza y una estructura psíquica que hace que sea diferente en el mundo de la moda”, dice y agrega entre risas “miro un cuerpo y me acuerdo de Testut”, el clásico manual de anatomía con que empiezan su carrera los estudiantes de medicina.
Pero la moda siempre estuvo ahí: en las recomendaciones para su madre, para su hermana, para las amigas que en el secundario comenzaban el camino de los bailes y las fiestas. "Yo empecé a mirar hacia finales de los 70 y 80. Los 80 me parecen fabulosos, muy coloridos, llenos de volumen", explica.
“A veces trato de hacer ejercicios creativos para escaparme de esta influencia pero no puedo”, confiesa ante el auditorio en el que hay amigos, compañeros de colegio, familiares.
Su carrera como diseñador ha sido meteórica: en poco más de 10 años se ha transformado en una de las referencias ineludibles del diseño argentino. Este giro profesional comenzó “alrededor de mis 40 años, cuando hice una crisis vocacional muy fuerte; me enamoré de la dermatología porque era el universo estético que el médico que yo era estaba esperando”. Y encontró un terapeuta que lo ayudó a superar “mis escrúpulos mentales”.
Entonces se lanzó al ruedo. “Vestí 23 pacientes y amigas e hice un desfile que se llamó Piel y Seda y fue un boom. No eran modelos profesionales y sus edades iban desde los 20 a los 80 años”. Después puso la ropa en su consultorio y el camino se empezó a andar.
Reconoce a Yves Saint Laurent como su gran maestro y, pese a su lugar hoy, sigue haciendo personalmente el trabajo de mano en su atelier. "Hay cosas que no puedo delegar: la alta costura lleva más esfuerzo que ser médico.
A los estudiantes de diseño de indumentaria que son buena parte del público que lo escucha les recomienda "mirar el pasado de la moda" y se muestra poco inclinado al efecto escandalizador con los que algunos diseñadores buscan sobresalir en el panorama fashion. “Trato de no hacer el juego de impactar porque muchas veces es una trampa. La rareza que nadie entiende no sirve para nada”, insiste. "Frente al espejo el equilibrio", repite, como un mantra.
Sobre la situación de la moda en el país se muestra preocupado. “Los textiles que antes llegaba de Europa no llegan, sólo copias baratas”, dice, a lo que se suma “la escasez de oficios de costura; si los que salen de la universidad no tienen el oficio de la costura, hablamos de un arte que se va a extinguir”.