Exhiben en el Malba una película rodada en la cárcel de Dolores
“Rancho” es un documental de Pablo Speroni. El director vivió durante año y medio en el penal y logró filmar un largo cuyo objetivo es “incomodar al espectador”.
La vida detrás de las rejas siempre despierta curiosidad, inquietud y hasta morbo. Series como El Marginal o Tumberos baten records de visualizaciones. Aunque también aparecen otras propuestas que apuestan a una mirada diferente de la realidad que hay detrás de los muros de una cárcel.
El penal de Dolores ha sido, últimamente, el escenario elegido por realizadores cinematográficos que se acercan con una perspectiva diferente a documentar el día a día de los detenidos. En una nota publicada en mayo dábamos cuenta del próximo estreno de “Agua sucia”, un documental que sigue al profesor de educación física y al pastor que trabajan con los detenidos.
Ahora, por cuatro domingos, en el museo Malba de Buenos Aires se puede ver “Rancho”, el documental que filmó Pedro Speroni en los pabellones de la Unidad 6. “Detrás de un preso hay muchas otras cosas”, dice el director en dialogo con ENTRELIENAS.
Speroni explicó la génesis de este trabajo que partió de una convivencia de un año dentro del penal. Previamente había realizado un corto que tuvo como eje a “la visita”, esto es, los familiares, mujeres en su casi totalidad, que van a visitar a los detenidos en Villa Devoto. “Pude ver gestos muy conmovedores, y las cosas que me contaban de sus maridos adentro era muy distinto de lo que yo imaginaba”. Ese corto fue la posibilidad de entrar en contacto con la cárcel de Dolores.
El primer día que entró lo recibió Oscar, el líder del pabellón, un hombre que pasó 30 años detenidos y que, ahora en libertad, participó de las funciones de exhibición de “Rancho”. Antes de filmar estuvo conviviendo en el pabellón un año y medio “y armé un vínculo para poder filmar sus vidas de una manera tan íntima”.
“Estaba desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Comía con ellos, me bañaba en la ducha, me tiraba en la celda a dormir: era uno más”, narra Speroni.
“En un momento hubo una pelea muy fuerte en el pabellón, y uno de los protagonistas me ve, me lleva a una celda para protegerme y vuelve a pelear”: este episodio fue el pie que le permitió decir “acá hay algo para contar, porque detrás de las ideas que todos tenemos hay gestos muy humanos”.
La filmación llevó un mes y medio. “Es un gesto muy grande que te confíen su vida”, dice.
“Empecé a entender que muchos chicos que están ahí tienen muchas heridas, muchos dolores”, explica. “Para muchos robar o cometer algún delito no estaba ni mal ni bien sino que tiene que ver con pertenecer a cierto grupo, que responde a la búsqueda de identidad de cada uno. A veces uno cree que roban porque roban pero tiene que ver con algo más profundo.”
Por eso, considera que “lo que lo película logra es incomodar al espectador”, porque detrás de un ladrón “que me puede robar a mí, hay un montón de cosas que lo llevan a robar. “