Viernes 22 de noviembre de 2024
09 NOV 2018 - 12:28 | Sociedad

La sentida nota de Julián Jerez, hijo de Darío, desaparecido en 2001 en Santa Teresita

Tenía 16 años cuando vio a su padre por última vez. Hoy, a 17 años sigue reclamando justicia.

Julián en la esquina donde se vio por última vez a su padre el 25 de octubre de 2001. Siguen reclamando justicia. (Foto: La Garganta Poderosa).

"Tenía 16 años cuando desaparecieron a mi papá, y mis dos hermanitos 15 y 11. Mi mamá, Viviana, trabajaba de maestra jardinera y mi papá, Darío, recorría los kioscos del pueblo vendiendo golosinas. Él salió a trabajar un día como cualquier otro y nunca más lo volvimos a ver. A los dos meses de no saber nada de él, el país estalló. Esa parte de la historia sí la conocemos todos. El paradero de mi papá, no", comienza su sentida nota Julián Jerez, el hijo mayor de Darío, vecino de Santa Teresita desaparecido desde el 25 de octubre de 2001.

En una nota que publicó La Garganta Poderosa, Julián cuenta también que "Al día de hoy mi papá continúa desaparecido. Hay gente que sabe lo que pasó, y no dice nada. Después de muchos años de investigación, recién en 2013 conseguimos llevar a juicio por el encubrimiento de su desaparición a tres funcionarios del gobierno municipal, entre otros. El intendente de ese momento era el hijo de un intendente de la dictadura (por Guillermo Magadán, hijo de Arturo). Nos enfrentamos a los poderosos del pueblo. En ese juicio un tribunal de la ciudad de Dolores, acostumbrado a encarcelar rápido a los más pobres pero a pensar y repensar todo antes de tocar a alguien con dinero e influencias, consideró que la desaparición no se encontraba probada. Como si cualquiera pudiera ir una oficinita y pedir un certificado de desaparición forzada".

"Apelamos ese fallo vergonzoso y los tribunales superiores, que están en La Plata (un poco más lejos geográficamente de la influencia de los acusados) anularon ese juicio porque estaba mal hecho y ordenaron que se realizara nuevamente. Entonces, en Dolores de nuevo, los jueces, que no se cansan de cuidar a los dueños de todo, dijeron que la causa había prescripto y que no se podía hacer más nada. Seguimos dando la batalla judicial porque los desaparecedores, que son siempre los mismos en toda la historia aunque el tiempo les vaya renovando las caras, tienen que hacerse responsables de sus actos y decirnos dónde está mi papá y qué fue lo que hicieron con él. Y eso que le hicieron, que nos hicieron, no tiene que sufrirlo más nadie. Porque siendo indiferentes ante la impunidad, nada nos libera de que pueda volver a suceder".

"Llevamos 17 años buscando a Darío. Mientras lo buscábamos desaparecieron a Julio López. Mientras lo buscábamos desaparecieron a Luciano Arruga. Mientras lo buscábamos desaparecieron a Santiago Maldonado. Es, entonces, también nuestra responsabilidad dar una batalla cultural capaz de generar conciencia. Por eso todos los 25 de octubre recordamos a Darío con un evento cultural que busca ser uno de los tantos ejercitadores de memoria que se nos ocurren para que el reclamo sea popular y su desaparición no quede impune. Confluyen un montón de voluntades en el reclamo de justicia, y nos llena de fuerza y de orgullo saber que somos muchos, cada vez más, los que llevamos este dolor en las tripas y que utilizamos el sufrimiento como motor de organización y acción", cuenta sobre los recitales que cada año se organizan en la esquina de Diagonal Darío Jerez y calle 29 y la maratón en la que participan los vecinos de La Costa y la región.

"Con las madres y abuelas como referentes entendimos que a la justicia se llega batallando y resistiendo. Uno de mis tíos fue boxeador y me contó que nadie nace sabiendo resistir golpes. Se aprende a resistir, resistiendo. Y así vamos dando la pelea por la justicia, con las manos rotas y la frente en alto. Muertos antes que abandonando. Tratando de dejar semillas de conciencia para que el futuro sea un lugar menos triste", cierra su texto Julián, quien hoy con 30 y pico mantiene la tristeza en su mirada cuando recuerda que desde los 16 años no sabe nada de su padre.