“Es sorprendente que en los países desarrollados basten tres años para conseguir un título y en la Argentina cinco”, manifestó Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina.
Lo dijo en una entrevista con este diario en el marco del Congreso Internacional de Innovación Educativa que se hizo en Monterrey, México.
Pedró es especialista de educación comparada (entre distintos países), autor de varios libros y con una larga experiencia en políticas universitarias. De origen catalán, llegó a la Unesco hace 20 años tras su paso por la OCDE. Desde 2019 dirige el área de educación superior en ese organismo.
- ¿Cuáles son los principales desafíos de las universidades en la región?
- Principalmente, de calidad y equidad. Apenas conseguimos que el 46% de los que inician una carrera en la región la terminen en algún momento de su vida. Uno de cada dos. Y no te hablo de cuántos años van a tardar. En Argentina sabemos que la media es de 9 años para carreras que debieran durar 5. Y eso nos habla de distintas variables vinculadas con la calidad. Por ejemplo, cómo es tu experiencia cuando estás en la universidad, si te están tratando bien, si estás aprendiendo algo relevante y pertinente, si vas a conseguir un buen trabajo o un entorno en el cual puedas crecer como persona o ciudadano, como un ser humano político y cultural. Además, la diferencia en términos de acceso entre el quintil social más alto -de mayores ingresos- y el más bajo es muy grande. No es del doble ni del triple. Es de 4 veces, y en algunos países de la región, en particular en América central, es de 18 veces.
- ¿Y en países europeos o centrales?
- Aproximadamente 0,5.
- ¿Qué fortalezas y debilidades ve en el sistema universitario argentino?
- Es un sistema caracterizado por una gran voluntad de democratización. Pero todos sabemos las implicaciones que la falta de barreras al acceso -porque se levantaron los aranceles- puede tener. Por ejemplo, se traduce en tasas de graduación más bajas, en falta de incentivo: la gente se matricula y luego decide si va o no va. Es un buen ejemplo de un país que muy tempranamente tuvo una política destinada a la democratización del acceso -que se deja sentir en el hecho de que no hay ninguna provincia que no tenga al menos una universidad nacional-, pero al mismo tiempo una de las grandes debilidades es que la función de investigación -que las grandes universidades del país deberían cumplir- está medio desgajada del sistema. Ustedes tienen un Conicet que capitaliza la investigación que se sustrae de la universidad, sobre todo la pública, donde debiera ser una parte muy importante de su quehacer cotidiano. La universidad no se concibe sin por lo menos esa dualidad entre docencia e investigación. Da la sensación de que en Argentina primero es la docencia y luego, si podemos, si tenemos tiempo, hacemos algo de investigación. Cuando en realidad el modelo clásico de universidades primero producimos conocimiento que luego transmitimos.
- ¿Cuál es la visión de la Unesco con respecto a la duración de las carreras?
- Las tendencias internacionales, y lo que aboga la Unesco, es intentar conseguir titulaciones más cortas. Por ejemplo, el clásico modelo del 3 + 2 o del 3 + 1, es decir, que la primera titulación la puedas conseguir, si sigues con normalidad, tras 3 años. Y luego 1 o 2 años más. Es sorprendente que en los países desarrollados basten 3 años para conseguir una titulación que en Argentina precisa de 5 años. La pregunta es hasta qué punto esa transformación que se ha dado en países más avanzados no se puede dar también en Argentina. Cuando yo estudié mi carrera, ciencias políticas, tenía 5 años y ahora tiene 3.
- ¿El contenido es el mismo?
- Pero perdona. ¿Es el contenido lo que debe medir la carrera o las competencias que desarrollas? Porque entonces la pregunta es, ¿vas a la universidad para que te den una lista de contenidos que luego tienes que devolver en términos de examen o vas, por el contrario, para desarrollar unas competencias que pueden hacer de ti un investigador o un profesional? La ecuación debe resolverse no en función -que es lo que siempre ha pasado tradicionalmente- de yo soy un profesor titular aquí, hay otro allá, a ver cuántas horas te llevas tu, cuántas me llevo yo. Porque detrás de eso yo vengo con mi ejército de profesores, ayudantes, en fin… es así en todo el mundo. Las agencias de aseguramiento de la calidad pueden jugar un papel muy importante en este sentido deconstruyendo los programas y diciendo, por ejemplo, hoy en día para ser odontólogo, ¿qué esperamos que sepa hacer? Tiene que construir prótesis, bueno entonces veamos cuánto tiempo se necesita. ¿Podemos hacerlo eso en 3 años? Si no, que sean 4. Porque si se hace más corto se ahorran recursos públicos y, además, si lo han hecho así en un número muy importante de países, probablemente es que se puede hacer.
- ¿Hay que arrancar entonces por las competencias y habilidades y después ver cómo se llega?
Claro, las habilidades en realidad son un piso de complejidad que se añade al contenido. A mí no me preocupa que un odontólogo sepa cómo se llama cada uno de los dientes. A mí lo que me preocupa es que me cure cuando tengo una caries. Probablemente para curarme tenga que saber nombrar cada uno de los dientes y entender cómo funcionan las raíces, etcétera. Pero lo que yo quiero de un odontólogo es que me cure, no que sepa el nombre de cada uno de los dientes.
- ¿Esto aplicada a todas las carreras, incluso las sociales?
- Claro, porque creo que de lo que se trata no es solo de tener el contenido sino de ser capaz de operar con el contenido. No es solo un tema de cuántas horas de pizarra me vas a dar sino cuál es la ingeniería del proceso.
- Otro tema que está en boga es el de las microcredenciales, acreditar pequeños tramos del conocimiento. Algunas voces lo señalan como una concesión de las universidades a las empresas. ¿Cuál es su visión?
- La visión de la Unesco es que una cosa son los programas académicos, aunque sean profesionalizadores, y otra es las necesidades en particular de un determinado sector de la actividad económica. Por ejemplo, hoy el vinculado al mundo de la tecnología que es el que más tensión ha experimentado hasta ahora en términos de tener que correr para contar con individuos con las competencias necesarias para poder desarrollar esos productos que, si no los hago yo, los harán los indios o los harán en Estados Unidos. Creo que hay que ser consecuentes e imaginar que ¿por qué no? las universidades, en particular las facultades de ingeniería y tal vez algunas otras, puedes lanzar una oferta de cortas formaciones si entienden que eso responde a una demanda urgente necesaria del entorno empresarial ¿Eso es una concesión a las empresas? Bueno, sí. También es un servicio a los profesionales, ¿no? Entonces, ¿qué pasa? Muchas universidades miran a las microcredenciales solo como si fueran un aperitivo, es decir, intentan captar al estudiante prometiéndole que si consigue 20 o 25 microcredenciales de pronto será un ingeniero. Pero son distintas lógicas. Una es la tradicional, que la ingeniería es una y tiene sus competencias. Y otra que la universidad da un servicio a las empresas tecnológicas y a los trabajadores de esas empresas ofreciéndoles una respuesta rápida a una necesidad de formación que ha emergido y que tal vez el año que viene no esté.
- ¿Pero puede ser la microcredencial una parte de una carrera?
- Pudiera ser, pero insisto, no es la lógica. La lógica es, por ejemplo, hemos sacado un nuevo modelo de celular y hay que desarrollar una nueva aplicación y para eso se necesita un lenguaje que acaban de diseñar. ¿Me puedes dar un curso de 5 horas a hora mismo? Te lo monto y ahí lo tienes y tú sales de aquí siendo capaz, en 5 horas, de programar eso que se necesita.
- ¿Hay universidades en América Latina que lo esté haciendo?
El instituto que dirijo ha empezado una investigación para intentar poner de manifiesto quién lo está haciendo. Te podría decir que las microcreenciales están en el discurso de todos los rectores y rectoras que conozco, pero creo que en la práctica todos van muy perdidos. La gente no termina de entender qué es. ¿Es deconstruir las asignaturas y te las vendo? No creo que eso sea una microcredencial.
- ¿Pero en los países centrales sí existen?
- Sí, sí.
- ¿Y funciona bien?
- Sí. Pero hay que entender que esto no sirve para todos los ámbitos. Es básicamente una detección rápida de necesidades de formación y una respuesta inmediata. Y eso significa que hoy das esta microcredencial y el año que viene ya no la tendrás. Porque tal vez esa necesidad ya no existe Y eso entra en contradicción con el espíritu conservador que tiene la universidad.
- ¿Cuáles son las recomendaciones de Unesco para la educación superior?
- Hemos lanzado un documento que es la hoja de ruta para la transformación de la educación superior, que está abierto en la Web. Es una oportunidad para que cualquiera (sea universitario o no) pueda dejar sus comentarios acerca de cómo quisieran que sea la educación superior a escala global o en su país.
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