Hace casi 30 años, mientras estaba realizando su tesis doctoral en la Universidad Nacional de Córdoba con su profesora Clelia Riera y su mentor, Carlos Landa, Gabriel Rabinovich descubrió en la retina del pollo una proteína que no solo iba a signar su carrera científica, sino que abriría una nueva área de investigación en el país y, en parte, en el mundo: la galectina-1 (Gal-1).
A lo largo de todos estos años no solo realizó trabajos cardinales para dilucidar su papel central en el cáncer y las enfermedades autoinmunes, sino que obtuvo varias patentes por sus hallazgos y avanzó en el diseño de estrategias terapéuticas que van camino de convertirse en nuevos fármacos contra estas patologías.
En reconocimiento a su trabajo de tres décadas, que lo ubicó como un nombre de referencia mundial en la glicobiología (la disciplina que estudia azúcares libres o adheridos a biomoléculas, como proteínas o lípidos, y que cumplen roles importantes en la vida de las células) y fue realizada por completo en el país, la Sociedad para la Glicobiología acaba de concederle el Premio Karl Meyer, que le entregarán el 2 de octubre en Florida, Estados Unidos. La distinción, creada en 1990, reconoce a aquellos que hayan realizado contribuciones sobresalientes en este campo y sostengan un programa de investigación.
“Esto me da mucha fuerza para seguir adelante –reconoce Rabinovich, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Glicomedicina del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme)–. Lo concede una sociedad muy rigurosa, muy competitiva. Jamás pensé que iba a resultar elegido. Quienes me nominaron y me distinguieron conocen en detalle cada uno de los papers que publicamos, son figuras sobresalientes, y quienes me precedieron fueron los que hicieron historia en la glicobiología. Es un premio que emociona”.
Al conocerse la noticia, se multiplicaron las muestras de reconocimiento; entre ellas, la de una de las glicobiólogas más prestigiosas del mundo, Carolyn Bertozzi, de Harvard, que aplaudió la decisión en Twitter: “Felicitaciones a Gabriel Rabinovich –escribió–, cuyo trabajo está transformando las galectinas de misteriosos caballos negros en blancos atractivos para una nueva generación de terapias”. La distinción le llega apenas unos días después de que se difundiera otro galardón internacional, su incorporación a la Sociedad Europea de Biología Molecular.
En los años noventa, el científico aisló y caracterizó la Gal-1 y pudo probar que cuando se agregaba a un cultivo de [las células del sistema inmune] linfocitos T, estos desaparecían de la placa en 24 a 48 horas, pero solo si estaban activados.
"Enseguida se nos ocurrió que había que aplicarlo en alguna enfermedad donde hubiera muchos linfocitos activados –explicaba entonces–. ¿Cuál podía ser? La artritis reumatoidea. En la artritis se registra una cascada inflamatoria iniciada por un linfocito T activado que migra hacia la sinovia. Utilizamos un modelo animal inyectándole colágeno a un ratoncito y a los 20 a 23 días obtuvimos una artritis muy parecida a la humana. Entonces desarrollamos una línea de fibroblastos (células de los tejidos conjuntivos) que migraban a la sinovia y sobreexpresaban (producían mucha) Gal-1. A los 15 días, los ratoncitos ya no tenían artritis o la tenían con mucha menos severidad. O sea, que la Gal-1 les mataba los linfocitos T que producían la inflamación”. Ese trabajo se publicó en el Journal of Experimental Medicine y fue comentado por Nature.
A continuación, dado que esta proteína inmovilizaba el sistema inmune, el científico se preguntó si no la usarían los tumores para volverse invisible frente a las defensas del organismo. En melanoma, comprobó que cuanta más Gal-1 tenía el tejido tumoral, más agresivo era y mostró que, en los tumores con baja expresión de Gal-1, había una respuesta inmune potenciada. Es decir, identificó una conversación constante entre el tumor y el sistema inmune.
En febrero de 2014, en un trabajo de su equipo que fue escogido como tapa de Cell mostró que Gal-1, además de asistir al escape tumoral, modula la formación de nuevos vasos sanguíneos que favorecen la proliferación de células tumorales y la formación de metástasis.
Más recientemente, Rabinovich y su grupo, que ya asciende a treinta investigadores y becarios, en colaboración con científicos españoles, pudieron determinar que Gal-1 también juega un papel crucial en la formación de placas de ateroma, con lo que pasa a ser un blanco importante en la enfermedad cardiovascular.
“Para mí es un gran honor ser reconocido con este premio que recibieron científicos que realizaron aportes muy destacados al campo de la glicobiología y de las glicociencias –afirma el investigador en un comunicado del Conicet–. Aunque estaba al tanto de que mi nominación había sido presentada y respaldada por gente que respeto y admiro mucho, y eso para mí ya era un premio en sí mismo, sabía también que entre los candidatos había glicocientíficos de mucha importancia, por lo que la noticia fue una grata sorpresa. Estoy realmente muy contento de que la Society for Glycobiology haya considerado el trabajo que hacemos desde la Argentina como merecedor de esta distinción. Siento que es un premio al enorme esfuerzo de todo el grupo de investigación y a la confianza de mis mentores y colaboradores”.
Rabinovich es el segundo argentino en obtener el Karl Meyer Lectureship Award después de Armando Parodi, discípulo de Luis Federico Leloir e investigador del Conicet entre 1970 y 2013, galardonado en 2011. Publicó 315 trabajos y recibió innumerables distinciones. En 2018, se le otorgó el Premio a la Consagración Científica de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; en 2017, fue nombrado Investigador de la Nación, la máxima distinción otorgada en el país a sus científicos, el mismo año recibió el Premio Houssay a la Trayectoria en Bioquímica y Biología Molecular; en 2017, el Premio a la Trayectoria de la Asociación Norteamericana de Inmunólogos; en 2016, se incorporó como miembro extranjero de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, en 2014, recibió el Premio Fundación Bunge y Born Trayectoria en Ciencias Médicas; en 2013, el Konex de Platino a la Ciencia y la Tecnología; en 2010 el Premio de la Academia de Ciencias para el Mundo en desarrollo; y en 2010, el de la Fundación Mizutani para las Glicociencias, entre muchos otros.
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