El paisaje durante el primer fin de semana de la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires recuperó el viejo fulgor multitudinario, esa desmesura hacia el mundo del libro y aledaños que sólo sucede en el predio de La Rural: largas colas para firmar libros, muchos jóvenes en los pabellones, familias enteras recorriendo los stands y comprando libros.
Pero también mucho interés por escuchar a autores como Darío Sztajnszrajber, Eduardo Sacheri, Tiffany Calligaris, Florencia Bonelli, la francesa Caroline Fourest, la catalana Irene Solá, la chilena Paulina Flores, Gabriel Rolón, Cynthia Wila, Inés Estévez y Thelma Fardin, entre otros. “Hay una sensación de que si la Feria continúa como empezó, con este nivel de gente y de ventas, va a ser una edición para celebrar”, cuenta el director general de la Fundación El Libro, Ezequiel Martínez.
“Un cuarto impropio” es un nuevo stand colectivo de editoriales independientes, integrado por DocumentA/Escénicas, Gog y Magog, Hekht, La mariposa y la iguana, Maravilla, Monada, Nebiplateada y Paisanita; editoriales a cargo de editorxs mujeres, trans, lesbianas, maricas, cuir, no binarixs intersadxs en visibilizar la relación entre las prácticas y contenidos editoriales.
“Tiene tantas raíces el árbol de la rabia que a veces las ramas se quiebran antes de dar frutos”, se lee en uno de los carteles de este stand intervenido por La Lengua en la calle, que está en el pabellón Amarillo (stand 1401). La editora cordobesa Gabriela Halac, de DocumentA/Escénicas, la editorial que publicó Inundación, el libro de Eugenia Almeida que ganó el Premio de la Crítica al mejor libro publicado en 2019, cuenta que en “Un cuarto impropio” hay una forma diferente de editar desde las mujeres y las disidencias. “Hablar de propiedad, de un cuarto propio, que fue la primera propuesta del nombre del stand, en el contexto de este lugar territorial, era complejo porque creemos más en la impropiedad que nos convoca y la dificultad de habitar este lugar con todas las diferencias políticas que tenemos con la Feria. No sólo queremos estar acá, sino generar interrogantes en relación al estar en la Feria”, argumenta Halac.
“Leer, escribir y editar son artes. Y como todas las artes, tienen un vínculo complejo con el mercado y la propiedad privada. No hay pureza”, plantean en el “Manifiesto impropio”. “Los modos de hacer capitalista nos cansan física y afectivamente. Queremos construir un paréntesis, una suspensión en el corazón de la bestia, para poder respirar”, agregan las editoras en este manifiesto. El stand tiene un espacio llamado “El probador de libros” para visibilizar a las editoriales que no pueden estar en la Feria. Hay libros de las editoriales cordobesas Fruto de dragón, Garciadelcastano/Buenavista editora y Cielo invertido, la neuquina Tanta ceniza, las porteñas Hilos Editora, Infanciasamadas, Elemento disruptivo, Puntos suspensivos, La Gran Nilson, Ediciones Presente, Loca mala, Tolomochxs, Tenemos las máquinas y la entrerriana Camalote, entre muchas otras. Los libros del probador no se venden; la idea de “Un cuarto impropio” es poner en contacto a los lectores con estos libros (todas esas editoriales tienen tiendas online) para que en futuros espacios de la Feria se pueda ampliar la Red Federal de Editorxs transfeministas y estas editoriales puedan participar.
En “Un cuarto impropio” se puede encontrar Inundación, de Eugenia Almeida, publicado por DocumentA/Escénicas, a 1.670 pesos; Tanto hielo cobijó este fuego, de Diotima, un juego literario de Anahí Mallol editado por Nebliplateada, a 1.800 pesos; Todos los platos del menú, primera traducción a nuestra lengua de la poeta norteamericana Ellen Bass, a cargo de Daniela Ema Aguinsky y Darío Cappelloni, publicada por Gog y Magog, a 1.700 pesos; los poemas de Terapia con animales, de Daniela Ema Aguinsky, editado por Paisanita, libro que ganó el segundo premio en el Premio Nacional Alfonsina Storni, a 1.090 pesos; Pájaros de invierno, traducción de poemas de Katherine Mansfield realizada por Laura Wittner, editada por Maravilla, a 1.800 pesos; La loba, de Alfonsina Storni y Cabeza de maestra, de Herminia Brumana, libros en pequeño formato publicados por Monada a 700 pesos cada uno; y El almanaque de las señoras, de Djuna Barnes, publicado por Hekht a 1500 pesos.
El stand de “Un cuarto impropio” tiene 16 metros cuadrados y es el suelo más barato del predio: el precio final, con el descuento por pagar en efectivo, fue de 296.000, cuenta Leticia Hernando, editora de La mariposa y la iguana. El armado total, con las estanterías incluidas, elevó la suma a 600 mil pesos. Es decir que cada una de las editoriales puso aproximadamente 75 mil pesos para estar en la Feria. Durante las jornadas profesionales, que siempre se realizan antes de la apertura para el público en general, vendieron tan bien que cubrieron los gastos. El libro argentino está barato para los extranjeros, y en esas jornadas hubo compras importantes de librerías de Uruguay, México, Colombia, Honduras y Chile.
Una red de editoriales alternativas, feministas y lgbt en el corazón de la industria
“Somos editoriales que estamos trabajando de un modo que llamamos interdependiente por cómo nos influimos mutuamente, cómo contaminamos nuestras formas de hacer y cómo empezamos a tener un espacio de discusión”, precisa Halac. “Cuando hablamos de la impropiedad, no podemos pensar que porque pusimos un pie en la Feria lo vamos a poder sostener. Somos un colectivo que está haciendo un esfuerzo enorme por estar paradas acá. Definirnos como editoriales independientes ya no nos alcanza; hay que empezar asumir esa interdependencia que tenemos para poder funcionar de otra manera”, reconoce Halac. “Editar implica sostener una mano, una mirada, una escritura. Cuando escuché el discurso de (Guillermo) Saccomanno, decía yo no soy ese editor que le saca la sangre a los autores, yo mezclo mi sangre con la sangre de mis autores. A Saccomanno le pasó eso, pero si no puedo identificarme fuera de ese discurso, me pierdo. Muchas veces nos hemos sentidos desalojadas de nuestra propia forma de hacer”, reflexiona la editora cordobesa.
En boca de Guillén
En el stand 1809 de La Habana, en el pabellón Amarillo, Denia García Ronda, directora de estudios de La Fundación Nicolás Guillén recuerda la importancia del autor de Sóngoro cosongo a 120 años de su nacimiento, que se cumplirá el próximo 10 de julio, junto a Orlando Hernández Jiménez, vicepresidente de la Fundación. “Queremos reconocer su obra porque es el poeta más representativo de nuestra cultura. Sin eliminar la extraordinaria variedad de géneros y temas que abarca la obra de Guillén, hay una cuestión de encontrar el núcleo de la nacionalidad cubana. Hemos tenido grandes poetas que fueron hacia esa identidad nacional. Uno de ellos es (José María) Heredia, el iniciador del romanticismo en América Latina; otro es (José) Martí. Pero Guillén lleva eso un poco más allá porque va a la conformación etnorracial de la nacionalidad cubana. Él llega a lo verdaderamente cubano con sus dos raíces fundamentales: la europea y la africana. Y lo hace a partir del dominio que tenía Guillén del decir poético. Eso es una cosa realmente extraordinaria”, pondera García Ronda, profesora de la Universidad de La Habana. “Hay expresiones que usan los cubanos que vienen de poemas de Guillén, como ‘tengo lo que tenía que tener’, que es parte de la oralidad cubana. Otra es ‘te lo prometió Martí/ y Fidel te lo cumplió”; son expresiones que pasan de generación en generación”, cuenta Hernández Jiménez. García Ronda comenta que Roberto Fernández Retamar afirmaba que el pueblo cubano decía cosas de Guillén que no sabía que eran de Guillén. “Había llegado tanto a la cotidianidad del pueblo que lo daban como algo del pueblo y no de un poeta”, explica García Ronda y aclara que el poeta cubano trascendió lo nacional y le dedicó poemas a Argentina, México, Venezuela y Colombia, entre otros países.
“Guillén era cubano y universal al mismo tiempo”, lo define García Ronda, especialista en la obra de Guillén y destaca la relación afectiva que tuvo el poeta cubano con Argentina. “Dos de sus mejores libros se publicaron acá y Argentina lo recibió una vez que estaba exiliado y por problemas burocráticos se le negó el visado en Francia, en México, en Venezuela, en Colombia. Rafael Alberti, que estaba exiliado en Argentina, le dijo: ‘venga p’acá’. Con un papelito, escrito en una servilleta, entró Guillén. Argentina lo ayudó a Guillén cuando nadie lo recibía”. El martes 3 de mayo a las 18 y 19 horas en el stand de Cuba se presentarán una edición de El son entero, que se publicó por primera vez en Buenos Aires hace 75 años y fue declarado por la prensa local como “el libro del mes”; y El diario que a diario, en su cincuenta aniversario.
La isla sin mar
En el Nuevo Barrio del pabellón Amarillo, está la pareja de editores integrada por Cayetano Quattrocchi y Cecilia Rivarola de la editorial paraguaya Arandurã, nombre en guaraní que significa “para el conocimiento”. Esta editorial que está con stand propio por primera vez tiene libros en guaraní y mucha literatura contemporánea, además de historia social y política, a precios que van de los 1.500 hasta 3.000 pesos. Durante la Feria van a presentar varios libros: la traducción al guaraní de Olga Orozco, Orozco pytukue (Olga Orozco por sí misma) con selección y traducción de la poeta paraguaya Susy Delgado; una colección de cuatro narradores jóvenes premiados en Paraguay como Comandante Mosca y otros cuentos inconexos, de Ricardo Loup; Antorcha, de José Pérez Reyes; Historias selectas, de Patricia Camp; y El curso de colisión, de Javier Viveros; y el último libro de poesía del Premio Nacional, Jacobo Rauskin, titulado Ayeres.
“Lo que Arandurã pretende demostrar es que seguimos siendo una isla sin mar, una isla desconocida con una pujante literatura. Somos una editorial que tenemos treinta años y queremos mostrar que hay mucha literatura paraguaya por conocer. Nuestra misión como editorial es mostrar lo que hay en Paraguay y las dificultades que tenemos para que la gente conozca nuestra literatura y a sus creadores. Hoy se escribe contra las desigualdades sociales y contra la discriminación”, advierte Quattrocchi y Rivarola añade que la literatura paraguaya contemporánea es “más urbana” y aborda nuevas temáticas como el rol de las mujeres y la aparición de “voces aborígenes”.
Arandurã tiene un catálogo con un 60 por ciento de escritoras y 40 de escritores y un 25 por ciento de los libros publicados en guaraní, lengua oficial de este país bilingüe que habla cerca del 90 por ciento de la población paraguaya. “El guaraní es la lengua de las madres, del campo, que se conservó a través de las mujeres, una lengua que fue reprimida y durante muchos años no se la enseñaba. Se le llamaba ‘guarango’; era mal visto hablar guaraní”, repasa Rivarola. En Paraguay también hay problemas con el papel. “Ustedes se quejan de que falta papel, pero producen. Nosotros no producimos; el 100 por ciento del papel es importado. Tenemos una imprenta también y no podemos hacer presupuestos a más de 10 días porque la variación del precio en este momento es terrible. El papel también cotiza en dólares”, confirma Quattrocchi.
Ezequiel Martínez hace un pequeño balance de la repercusión que tuvo el discurso de apertura de esta edición. “Saccomanno abrió un debate y está bueno que la Feria del Libro sirva para abrir debates, contraponer opiniones y cruzar miradas”.
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