Antes de ser político, Daniel Scioli fue una figura del espectáculo y se destacó como deportista en la motonáutica, una disciplina que comenzó a hacerse masiva a partir de la pantalla del entonces Canal 9 de Alejandro Romay, llamdo el zar de la televisión argentina.
Su afinidad con el presidente Carlos Menem, que acababa de asumir su primer mandato lo llevaban a ser una personalidad conocida por todos y más cuando tuvo aquel terrible accidente el 4 de diciembre de 1989 en el Rio Paraná, cuando su lancha "La Gran Argentina" quedó tumbada y él fue rescatado por otros competidores y por los servicios de seguridad, flotando en el agua y con mucha sangre.
Scioli tenía 32 años y estaba en el apogeo de su carrera en la motonáutica internacional. El ex gobernador de la Provincia en dos períodos y actual diputado Nacional habló con Infobae en una charla íntima donde contó cómo es vivir con un miembro mutilado durante 30 años y a pesar de todo seguir para adelante.
Repasamos los mejores pasajes de Daniel Scioli con el periodista Joaquín Cavanna, de Infobae, desde Villa La Ñata, su lugar en el mundo en el Delta del Tigre, porque no puede vivir lejos del agua de río.
“Te das cuenta por dónde pasan las cosas importantes de la vida. En los primeros días todos te vienen a ver cómo estás. Pero después tienen sus quilombos, sus cosas. Entonces, ahí aparece la lucha contra vos mismo. A ver si soy capaz de superar esto, un tipo que en ese momento se siente humillado. Es decir, ‘justo a mí, que jugaba al tenis, tenía un brazo así, hacía todo tipo de deporte’ y de repente verte así...”, reflexiona.
Llevaba más de tres años en competencias de diferentes categorías. Siete años antes, había comprado la lancha de carrera que un amigo había utilizado para sacarlo a “pasear”. Tres años antes ya había competido por primera vez de manera profesional. Dos años antes había conocido al diseñador y constructor de lanchas italiano, Fabio Muzzi, quien con el tiempo se convertiría en su socio deportivo y su mejor amigo en ese ámbito.
“En realidad, dos semanas antes del accidente, Buzzi me había invitado a un desafío enorme que era la llamada SuperBoat y que organizaba, mirá lo que son las casualidades, Donald Trump. Allí estaban Bo Derek, Don Johnson y otras celebridades”, comenta Scioli con un dejo de regocijo.
“De todas maneras, yo ya tenía programado volver a la Argentina porque el 3 de diciembre debía competir en la primera etapa de los 1000 kilómetros del Delta del Río Paraná y corría nada más y nada menos que el entonces reciente presidente Carlos Menem”.
La competencia del Delta suponía una estrategia de promoción que beneficiaba tanto al mandatario argentino como a Scioli: “Eran los primeros meses de su Gobierno y a él le gustaba promover los deportes. Y esta carrera tenía un objetivo que era la promoción turística del Delta”, recuerda Scioli.
Ese 3 de diciembre, el motonauta y Menem compartieron la lancha y vivieron su fiesta particular. Ambos levantaron luego un trofeo y cerraron el día con la alegría de haber cumplido los objetivos promocionales.
Sin embargo, no había tanto espacio para las distracciones. En simultáneo, el mundo de la motonáutica se introducía en una espiral de velocidad, peligros, falta de control y tragedias.
“Fue un año dramático para la motonáutica. Hubo siete accidentes fatales. Inclusive, en la medida de la inserción de los árabes, que empezaron a desarrollar más velocidad, más sofisticación y más presupuesto, se puso ridículamente peligroso ese deporte. No había ninguna norma de seguridad que garantizara que no haya consecuencias fatales. Eran motores cada vez más potentes, cascos más livianos y lanchas que volaban”.
Ya en los primeros minutos de la charla Scioli parece haberse despojado del speech político que adoptó y convirtió en marca registrada en los últimos años. En lugar de abundar en la charla con términos como “sacrificio", “coraje” y "diferentes esferas de la vida”, se encuentra en su salsa. Se muestra como un fanático de la disciplina deportiva que tanto le apasiona. Habla de las diferencias de caballos de fuerza y brinda las características específicas de una lancha fuera de borda.
“Nosotros tenemos este accidente en una etapa que era muy tranquila porque el gran objetivo, que tenía que ver con la expectativa que había de correr con el entonces presidente, promocionar la carrera y promocionar el Delta, estaba cumplido”, revela.
“Estábamos distendidos y subestimamos la situación. Yo creo que fue la primera y única vez en mi vida que subí a la lancha en un short y con una remera. Ni siquiera me había puesto el mameluco”.
Poco después de las 11, Scioli y su copiloto desde hacía dos años, el italiano Luca Nicolini, salieron desde Zárate para unir el trayecto con la ciudad de Rosario. El europeo se encargaría de los aceleradores de la lancha y el argentino, del manubrio.
Al cumplirse una hora de trayecto, ya a la altura de Ramallo, los dos pilotos a bordo de la nave Frigidaire Turbo, pintada por el artista Pérez Celis, se toparon con un buque carguero que circulaba en dirección opuesta y ocurrió lo que nadie esperaba.
“Era un día gris y cuando el día está gris, se mimetiza el color del río Paraná, entonces costaba leer las olas. El buque carguero generó una ola y provocó que la lancha saliera despedida hacia el cielo y cayera de mi lado. En aquel momento, los habitáculos eran abiertos, no estaban las cápsulas, el brazo queda adentro, el cuerpo queda afuera y por desprendimiento… Cuando se gira la lancha, vuelca y seguramente el kevlar, que es un material muy resistente pero muy fibroso, generó esa herida brutal”.
“El buque generó una secuencia de olas. En esos cargueros de 200 metros de largo, uno espera la ola por la parte de atrás del barco. En este caso, el bulbo de adelante generó una ola muy alta y muy corta y provocó que la lancha salga volando de esa manera”, relata Scioli en un clima que se torna cada vez más angustiante.
Segundos después del accidente, Nicolini y Scioli estaban desparramados en el agua en un punto del trayecto absolutamente vacío. El argentino comenzaba a desangrarse por su herida y era urgente la necesidad de atención médica.
“El primer recuerdo que tengo es cuando me encuentro en el río, con el casco que no me lo podía sacar, con el brazo adormecido, mirando a mi alrededor, en la nada. No había nada. A Luca Nicolini no lo vi más durante ese día. Y de repente este milagro de que aparece esta lanchita”, dice Scioli.
La lanchita era una embarcación de otra categoría, conducida por los pilotos Christian Bühler y Roberto Casavecchia, quienes divisaron el accidente y rescataron a Scioli y a Nicolini del agua. Casavecchia cargó al argentino y lo subió a la proa a la espera de ayuda.
“No me di cuenta de que había perdido el brazo ahí. Me doy cuenta de que algo raro estaba pasando por la cara de los que me rescatan. Estaban espantados. Y veía sangre por todos lados”, describe Scioli.
Antes de comenzar la carrera, Casavecchia se había dedicado a leer las instrucciones de prevenciones y primeros auxilios brindados por la Prefectura Naval y disponían del material necesario como para aplicarle un torniquete al brazo herido a la altura del hombro. Así se logró detener la hemorragia de manera parcial, pero se precisaba de un traslado inmediato a un centro de salud.
“Yo había perdido medio brazo, desflecado en el Río Paraná, en el medio de la nada. Pensaba que, obviamente, se me iba la vida, no había ninguna posibilidad de sobrevivir”, lamenta Scioli, con congoja.
Fue entonces que se dio el segundo hecho fortuito. A diferencia de todos los festivales previos de motonáutica en la Argentina, esta competición estaba siendo cortejada por un helicóptero de la Fuerza Aérea. El mismo era manejado por el capitán Jorge Barbero y se encontraba explorando la zona por el mero hecho de que el entonces presidente Menem había participado en la competencia.
El helicóptero aterrizó en un muelle de la zona de El Tonelero y de inmediato subió a Scioli para su traslado a una clínica.
El capitán Barbero dio detalles sobre su procedimiento durante un reencuentro de ambos en 2015: “Le hice un nuevo torniquete a la altura del hombro, pero la sangre seguía emanando de un modo increíble. Después le puse un suero en el brazo izquierdo y morfina. Gritaba mucho, desesperado y yo decía. ‘Se me está muriendo’. Terminé envolviendo el brazo con una toalla que tenía en la mochila”.
Debido a la hemorragia, Scioli perdió el conocimiento dentro del helicóptero. Fue derivado al Sanatorio Laprida de Rosario, donde al cabo de pocos minutos se inició la primera intervención quirúrgica
Karina Rabolini tenía 22 años ese 4 diciembre. Según informó la revista El Gráfico en una publicación de la época, durante la mañana había rendido mal un examen por primera vez en su vida: Álgebra III en la CAESE. Luego se fue a la oficina de su padre, en las inmediaciones de Plaza de Mayo y fue allí donde se enteró de que Scioli había tenido un accidente.
Una amiga le había conseguido un vuelo en un avión privado en el aeropuerto de Don Torcuato para que se trasladara a Rosario. Durante el trayecto en auto, ella y su padre pararon a cargar combustible. Ahí en el playón sonó una radio en un volumen alto y fue entonces cuando Rabolini escuchó por primera vez: “El piloto Daniel Scioli perdió un brazo”.
“Karina y mis padres no podían asumir verme en esa situación, mutilado. Mi viejo sufrió mucho, no lo asumió nunca. Y mi mamá también. Fue muy duro porque ellos me habían criado, me habían desarrollado, el deportista ejemplar, el mejor egresado del Carlos Pellegrini, trabajaba desde los 15 años.. Y ellos pensaban que no iba a poder superarlo”, describe Scioli con un hilo de voz.
A las pocas horas, el propio Carlos Menem consiguió un avión sanitario militar para que el piloto de motonáutica fuera trasladado a Buenos Aires. Se internó en la terapia intensiva del Sanatorio La Trinidad y luego se mudó a la habitación 211, donde pasaría varias semanas.
De manera paradójica, el relato atraviesa su momento de mayor angustia cuando Scioli hace referencia al proceso de rehabilitación y no a la mañana del accidente en sí.
En los primeros meses tuvo que aprender a escribir y a maniobrar con su mano izquierda, que hasta el accidente era la menos hábil. Tuvo que aprender a afeitarse sin cortarse la cara. Tuvo que aprender a atarse los cordones. Y tuvo que aprender a mirarse en el espejo sin que esa imagen le generara rechazo.
“Lo sentís como un castigo, un dolor, se te cae la autoestima. Decís, mi mujer me va a dejar, mis amigos no me van a dar más bola, o va a haber un sentimiento de pena. Y dije que esto era una prueba de fuego y había que salir a luchar”.
“Una vez, un amigo me trajo a su hija, que también había perdido un brazo, y ella decía ‘quiero tener un brazo como Scioli’. Y no hay solución. No existe un brazo que reemplace al tuyo, en ninguna parte del mundo. Yo estuve en Israel, en Alemania, en EEUU, Italia, Francia… puede haber una solución estética, algo que te acompañe en la armonía de tu cuerpo pero después te tenés que acostumbrar en la vida diaria a manejarte con lo que te quedó. Y lo más importante que te puede quedar es una buena cabeza, un corazón fuerte y después, que aprendas a hacer la mayor cantidad de cosas posibles con el miembro que te quedó”.
“Este monstruo que es el miembro fantasma cuando se despierta, que puede ocurrir en cualquier momento, día de humedad, o con una contracción”, asegura.
“Es peor que un dolor, mucho peor que un dolor. Son descargas eléctricas porque, cuando se corta abruptamente el nervio, esas terminales nerviosas son las que generan estas descargas. Podés tomar pastillas que te planchan pero a mí me gusta estar todo el día enchufado”, confiesa Scioli, quien en octubre se sometió a la quinta operación en su brazo derecho para realizar un bloqueo nervioso en el brazo amputado.
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