03/09/2019 | Noticias | Sociedad

La historia del argentino que cruzará el Canal de la Mancha sin traje de neopreme

Tiene 34 años y el próximo jueves 12 intentará nadar los 42 kilómetros que separan Dover, en Inglaterra, hasta Calais, en Francia. Una aventura riesgosa en aguas frías.


El tucumano Matías Ola, de 34 años, ya tiene un próximo desafío, toda una aventura en la que intentará cruzar el Canal de la Mancha, en aguas frías y sin traje de neoprene.

Aunque el día es una incógnita ya tiene agendado el jueves 12, día que el pronóstico meteorológico anuncia buen tiempo y aguas tranquilas para nadar los 42 kilómetros que separan Dover, en Inglaterra, de Calais, en Francia.

Será una travesía en aguas de 16 grados pero Matías ya tiene amplia experiencia en este tipo de temperatura para nadar ya que lo ha hecho en aguas más frías, como las del Estrecho de Bering, entre Rusia y Alaska, de entre 2°C y 3°C. O las del glaciar Ventisquero Negro, en Bariloche, igual o un poco más frías aún.

Aunque el cruce del Canal de la Mancha son palabras mayores. "Es para los nadadores de aguas abiertas lo que para un escalador hacer cumbre en el Everest", cuenta el deportista tucumano vía telefónica desde Francia con La Nación, donde se entrena antes de la competencia. Si lo logra, será el primer argentino en obtener la Triple Corona de Aguas Abiertas, que además del Canal de la Mancha incluye otras dos hazañas que ya completó: el Canal de Catalinas, en California, y la vuelta a la isla de Manhattan, en Estados Unidos.

"El Canal de Catalinas es una travesía nocturna de 35 kilómetros. Se realiza de noche porque las condiciones climáticas son más favorables. La vuelta de la isla de Manhattan es más pintoresca y muy conocida en el mundo de la natación de aguas abiertas. Son 53 kilómetros y se cruzan 20 puentes. Estás en el mar, pero la sensación es muy urbana. Escuchás los trenes y el tráfico de la gran ciudad", cuenta.

EMPEZÓ A NADAR DE GRANDE

Hasta los 21, Matías Ola se defendía en el agua como cualquier persona que consigue las habilidades básicas para mantenerse a flote, pero no más que eso. "Cuando era chico me gustaban mucho los deportes, pero era asmático. Vivía pegado a mi puff con corticoide. Hacía lo que podía hasta que mis pulmones decían basta. Los médicos le aconsejaban a mi mamá que hiciera natación. Pero en Tucumán, como en la mayoría de las provincias, hay muy poca infraestructura y las piletas casi no existen -advierte Ola-. Me acerqué a la natación recién a los 21, y fue mi salvación. Me curé del asma y nunca dejé de nadar".

Apenas seis meses después, ya era un nadador federado. Competía acá y a nivel internacional. Ganaba medallas, era bueno. Pero a los 26 años comenzó a escuchar historias de otro tipo de nadadores, los de aguas abiertas. Muchos se lanzaban a los mares y ríos del planeta persiguiendo un objetivo más grande que ganar una medalla o bajar una marca de tiempo. "A favor de la paz, por el medio ambiente, detrás de un proyecto social -enumera-. Me metí en ese mundo con la idea de unir los cinco continentes y nadar sin traje de neoprene".

Comenzó a entrenarse y creó Unir el Mundo, un proyecto deportivo y social para impulsar la inclusión a través del deporte. En 2015, creó la ONG Swim Argentina, que desarrolla programas y organiza acciones para difundir la actividad. Ese mismo año, logró que 60 nadadores de 22 Estados vinieran al país para participar del primer Winter Swimming Festival, donde todos nadaron frente al glaciar Perito Moreno, su escenario favorito para ejercitarse en aguas heladas.

Sabe que para llamar la atención hay que destacarse. Hay que ser el primero, cuando se puede, y nadar en los lugares más insospechados. Atravesó el Canal de Beagle entre la Argentina y Chile. Fue el primero en nadar en las aguas glaciares del Ventisquero Negro, y sin traje de neoprene. También el primer argentino en nadar en el lago Baikal, en Rusia, que en su currículum figura como "el más grande y profundo del mundo". El único argentino, entre un grupo de nadadores de países nórdicos, que completó el desafío de nadar de Chukotka, en Rusia, a Alaska, en Estados Unidos, uniendo Eurasia con América.

En 2015, organizó un nado histórico "por la amistad" con la inglesa Jackie Cobell en las islas Malvinas. Atravesaron el Estrecho de San Carlos en algo más de dos horas y media, con el agua a 6°C. "Costó mucho, en la isla no querían que lo hiciéramos. Pero salimos casi de incógnito y de madrugada y fue una experiencia hermosa. Queríamos dar un mensaje de paz y armonía, y lo hicimos", dice Ola, que reconoce que todas estas travesías que le dan visibilidad a su proyecto son claves para que, a través de la ONG, puedan continuar con un calendario de eventos que permiten que muchos jóvenes sean beneficiados con programas de becas en distintas partes del mundo.

"Mi sueño es que la natación sea un deporte de inclusión. Que se construyan más piletas y que sean accesibles. Yo tuve la oportunidad de que me llamaran para venir a entrenar a Buenos Aires. En Tucumán no hubiera podido crecer", añade.

Ahora está en Francia con su entrenador, Pablo Testa, y practica en el mar azul de Marsella. En Buenos Aires, tiene su centro de alto rendimiento en su casa, en el barrio de San Telmo. "Mi idea era tener una pileta con casa", dice entre risas, y la construyó en una propiedad histórica, de 1890. La pileta tiene 25 metros de largo por dos, rodeada de macetas y verde. "Copiamos el estilo de los pasillos de agua del Palacio de Alhambra, en Granada. Son como mi pileta", afirma.

Otro de los desafíos pendientes es el de los Siete Océanos. Si el cruce del Canal de la Mancha es un éxito, le faltarían cuatro para completarlo, y aún ningún sudamericano logró hacerlo. También tiene otros planes. Se entrena para cruzar el Río de la Plata, ida y vuelta, desde Punta Lara hasta Colonia, con la meta de nadar más de 100 kilómetros en menos de 35 horas.


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