Morir con las botas puestas o sobrevivir descalzos
Los tableros simultáneos de La Doctora y Máximo. Wado, Axel, Sergio, Gobernadores. ¿Y ahora Scioli?
Escribe Oberdán Rocamora, Redactor Estrella,
Especial para JorgeAsisDigital.com
El dedo de La Doctora
“Consenso”, en kirchnerismo básico, se traduce “dedo de La Doctora”.
Es el dedo que vacila y cavila entre los cuatro tableros que ocupan los tres hijos.
Máximo, El Influencer, es el hijo natural. Y Wado, Demóstenes, y Axel, El Gótico, son los hijos políticamente adoptados.
El cuarto tablero lo ocupa el pecador de la parábola bíblica. El “hijo pródigo” que regresó con su propia fuerza.
Como un par. Sergio, El Profesional.
La Doctora mantiene una persistencia admirable en la centralidad. Y en la concentración del mando.
Sin que se le reclame por los deplorables resultados. O por la fabulosa capacidad para equivocarse. Para deslizarse en el error selectivo.
Significa que aún se encuentra insólitamente en condiciones de designar otra vez al próximo candidato a presidente de la coalición que cambiará solo de nombre.
Aunque ya sin la mera ostentación de un tuit. Como en aquel bolero que alude al “último fracaso”.
Alberto Fernández, El Poeta Impopular, el presidente vaciado pero que todavía perturba.
El apellido Kirchner en la boleta
Máximo Kirchner preside el Partido Justicialista de La Provincia Inviable. Por legitimación hereditaria, influye -o trata de influir- en los otros tableros.
Pretende elevar a Axel, desde la gobernación hacia la presidencia.
Y esperar, en simultáneo, para la misma postulación, el fortalecimiento improbable de Sergio, su aliado principal.
Y auditar el posible crecimiento de Wado, el fraternal de la misma banda. La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
El tablero de Máximo lo supervisa La Doctora. Sabe que el hijo no quiere elevar a Axel para poner en la gobernación a uno que le responda. Como Wado. ¿Acaso Sergio?
No. Para ponerse. Ser él, Máximo, el postulante para la gobernación y cumplir “el pedido» de la militancia.
El apellido Kirchner en la boleta. En el Nombre del Hijo.
Demóstenes y la virtud de la elocuencia
Por su empeño, por su firme convicción, la dificultad con la palabra en Demóstenes se transformó en la virtud de la elocuencia.
En Wado, la básica dificultad para la oralidad se convirtió en un atributo. El mérito magnifica su voluntad de superación.
Es el presentable compañero de la Agencia que supo aprovechar la pontificación de La Doctora sobre la “generación diezmada”. Hasta transmitirla como un reconocimiento personal.
Heredero de dos tragedias, Wado pudo ejemplarmente reconstruirse. Hoy distribuye ambiciosamente la sonrisa de su postulación que exhibe sus valores.
Wado camina. Marca presencia, pega carteles, abraza a los jubilados o a los mini gobernadores que les convoca Máximo.
Y hasta escucha, con controlada emoción, los panegíricos de Luisito Barrionuevo, El Bandeja, un clásico «hacedor de presidentes».
Desde su sector ministerial se instaló el crucigrama que los medios ansiosos compraron sin siquiera chequear.
“Wado presidente, Axel gobernador, Sergio senador y Máximo diputado”.
Pedanterías falsas de la democracia bonaerense.
La superstición de retener votos
En el tablero de Axel abundan las especulaciones cruzadas, la locuacidad inagotable, los prejuicios con los intelectuales.
El Gótico resiste, hasta donde puede, la presión de Máximo. Pero afloja cuando comprende que la presión procede de La Doctora.
Lo tiene sigilosamente contemplado, en sus concentraciones espirituales, como la probable solución.
Participa también de la superstición de creer que “Axel es el que mejor le retiene los votos”.
Con Máximo, Wado o Axel, La Doctora a veces adhiere al romanticismo de “morir con las botas puestas”.
O sucumbir ante la lírica del poeta George Brassens, cuando indica “morir por las ideas”.
Pero la cruzada dista de entusiasmar al peronismo de los gobernadores.
“No le alcanza a Wado para presidente, puede dar para vice, o senador, no hay que apurarse”.
O de los peronistas culturales que mantienen la pasión por sobrevivir, aún descalzos.
Mientras tanto, La Doctora, en su versión pragmática, atiende otro tablero indeseable que la envuelve. La derechización de la sociedad.
Tendencia que conspira contra la eficacia de sus pontificaciones.
“Morir por las ideas y con las botas puestas o sobrevivir descalzos”. Con inclinación, al menos, hacia el centro. Algo se debe conceder.
Rehén de la propia osadía
Resta el tablero de Sergio. Es unánimemente considerado el que tiene superior preparación para encabezar la campaña.
Pero confortar a Sergio, a esta altura, con el vuelto de ser senador, huele a poco.
El acto de arrojo de agarrar la «papa caliente» no puede culminar con el premio consuelo del empleo venerable. Carnet de fueros.
La jugada mesiánica de inventarse como superministro mantuvo, hasta hoy, una suerte relativa.
Aunque generó positivas ponderaciones solo por haber jugado tan fuerte.
Con la postura: “Plata o m…”.
Hoy Sergio se encuentra obturado en el tembladeral de la economía. Al Profesional lo llaman «Mangangá».
Un rehén de la propia osadía. Por hacerse cargo de la catástrofe económica.
Para quedar probablemente estampado como responsable, ante la historia, de lo que llegó para evitar.
“La lucha interna es infernal para la estabilidad”, supo protestar Sergio.
Pero lo tomaron como una presión para robustecer la teoría del «candidato único» que comparte, en efecto, La Doctora.
Y por instrucción de La Doctora la comparten los gobernadores que resolvieron sus territorios y “exigen”, por casualidad, un “candidato de consenso”.
Y en kirchnerismo básico, para iniciados, se reitera, «consenso» significa “dedo de…”.
“Pero si hay PASO vamos a estar”, corrigió Sergio, entre los eufóricos miles de suyos, que esperan ansiosos la orden de largada.
Final con Scioli, Victoria y la ambulancia política
Pero Máximo -como presidente del PJ-, y La Doctora, como dueña, no se caracterizaron por la generosidad inclusiva. Al contrario.
Espantaron a muchos peronistas que hoy se entusiasman con la apertura de otra ventanilla.
El error de haber despojado en exceso a Alberto se factura con el armado de la inesperada oposición interna.
Es a través del lícito afán de revancha de Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Popular embajador en Brasil que va otra vez por la presidencia.
Como en 2015. Cuando aquellos kirchneristas que lo minimizaron bajaban línea y decían “el candidato es el proyecto”.
“¿Qué c…? Mi apellido no es proyecto. Es Scioli”, protestaba.
Lo acompaña la señora Victoria Tolosa Paz, La Aplanadora. La dama va por la gobernación.
Ambos construyeron, en la práctica, una ambulancia política.
Y en los distritos abundan los heridos del peronismo que excluye y no seduce ni persuade. Solo impone.
Pasa la ambulancia entre los desencantados que esperan en las banquinas con deseos de mojar la medialuna.
Mantienen cuentas pendientes con La Agencia de Colocaciones.
Y pese a la exigencia de los gobernadores, Daniel no está dispuesto a bajarse.
Es inútil entonces que lo presionen a Alberto. El Líder de la Línea Aire y Sol se ha lanzado y confirma que no se detiene ni aunque se lo pida La Doctora.
“No hay ningún síndrome de Estocolmo. Se acabó”.