Hablar de peronistas, no de peronismo
Todo sobre la actualidad del peronismo por el estupendo escritor y periodista Jorge Asís.
Para celebrar el 17 de Octubre, simbólico Día de la Lealtad, los peronistas se topan con un primer inconveniente.
No tienen en claro a quién serle leal. Y con la memoria del General no alcanza.
La verdad, bastante relativa, alude a la carencia de liderazgo indiscutido en el peronismo.
En realidad, es peor, porque menos que de peronismo debe hablarse de peronistas. Que abundan.
73 años después de haber sido oficialmente bautizados, en la fuente, pero con las patas, al decir del poeta Leónidas Lamborghini.
Prolifera también el berretín de transformarse en el Jefe.
“Cualquier cacatúa sueña con la pinta de Gardel”, confirma Celedonio Flores. O del General.
En un momento político de extraordinaria desorientación. Donde, quien se haga cargo del peronismo, tendrá que hacerse cargo del país.
Sobre todo después del grotesco colapso de la tercera fuerza ejemplar que lo venció.
Primero fue el radical Raúl Alfonsín, en 1983. Segundo fue el radical Fernando De la Rúa, en 1999.
Tercero, en 2015, fue el excelente producto de exportación, hoy infortunadamente desperdiciado, Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, presidente del Tercer Gobierno Radical. Que aspira, pese al descalabro justificado, volver a vencer en 2019.
Se reitera el concepto: descalabro justificado. Con proyección de continuidad en el poder, sólo por el estado deplorable del opositor.
Un peronismo que, por capricho del almanaque, se ve obligado a celebrar su propia diversificación.
El Frepasito de La Doctora
Peronistas -más que peronismo- se encuentran en la fuerza principal. A través del liderazgo divisorio de la señora Cristina Fernández, La Doctora.
La componen una legión de peronistas que se vinculan, sin gran convicción, al invento de Unidad Ciudadana.
Es el reflejo del frepasito tardío que se identifica como una variable melancólica de la izquierda. O tal vez de centro izquierda.
Impostura tratada con inteligente malignidad por el TGR. De imponerse en las próximas elecciones, representaría, para el capitalismo que no existe, un riesgo.
Espantaría a los inversores que, por otra parte, tampoco invierten. Y menos existen.
El frepasito de La Doctora, que altera el escenario y le otorga el suspenso, mantiene abstinencia de peronismo, que es exactamente lo que le falta en su propuesta (que tampoco existe).
Pese a la gravitación numérica de los peronistas culturales de la provincia de Buenos Aires. Con los mini-gobernadores cautivos, que conviven con el izquierdismo adolescente de los cánticos para mantener el control de las mini-gobernaciones.
Sin embargo, estos peronistas mayoritarios que ponen la carne ni siquiera influyen en el plano del discurso.
Por lo tanto ni están en condiciones argumentales de demostrar que nunca, durante una gestión peronista, los pudorosos capitalistas dejaron de ganar dinero. Aunque debieran tolerar la insolencia sublime de la justicia social.
Pero pudieron acumular el dinero que no pueden juntar con los ejemplares. Con la administración ostensiblemente antiperonista que mantiene más prejuicios que razones. Y supone tener identificado al responsable de su fracaso.
El peronismo. Siempre.
Tristes tercios
No obstante, el frepasito de la Doctora hegemoniza uno de los tres tercios que dominan la actividad política concreta.
Es el tercio de La Doctora. Aunque la dama esté ocupada, la mayor parte de su tiempo, en defenderse de las causas judiciales que aquí funcionan como un instrumento político de dominación. Pero presentado como legítima reivindicación de la justicia, que experimenta su momento de esplendor entre bolsos y arrepentimientos.
Hasta llegar al extremo de haberse instalado la persistencia del “doctorismo”, como garantía de subsistencia y de proyección del tercio oficial.
El tercio consolidado del TGR. Fundamentado a partir del efecto comparativo con el gobierno de La Doctora.
Estos dos tercios, como lo demostramos en Tercios Tristes (cliquear), están claros. Se estimulan con reciprocidad. Se retro-alimentan.
La Doctora representa la máxima oposición al TGR. Y es, en simultáneo, quien le garantiza la legitimidad al gobierno banal, que lucra ante el fantasmagórico regreso al poder de La Doctora, presentado como el retroceso hacia el populismo.
Para colmo, alguna encuesta, como la de Gustavo Córdoba, advierte que la Doctora, en caso de ser la candidata, les gana en primera y segunda vuelta. A las dos principales figuras del TGR.
O sea a Macri, hoy bastante alicaído, descolorido y acotado por las subestimaciones internas, los papelones memorables de su coalición superficial.
Y también le gana a su máxima estrella, la espiritualmente emancipada señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo.
Aunque, si la apuran, Vidal festejaría, con sincera alegría, su 17 de octubre intransferible y personal.
La fotografía y después
Lo que está en juego, y se muestra en el aniversario, es el tercer tercio.
El tercio que se convoca en Tucumán, “donde nació el país y renace el peronismo”, según el optimismo de la convocatoria del gobernador Manzur, El Menemcito. Quien debe,
probablemente, concentrarse en la consolidación del poder en su provincia, aunque encare la proyección nacional.
Su rival interno, José Alperovich, Gran Domador de Camellos, se encuentra entibiado por la protección de La Doctora, y aspira naturalmente a desplazarlo.
No obstante, como corresponde a un correcto continuador de Menem, Manzur sorprende por la atracción que genera. Como por la unanimidad en el afecto de los peronistas que el portal denomina perdonables. Con proyectos alejados de los dogmas del frepasito de La Doctora, juzgados preventivamente como irracionales.
Otra vez aquí hay que hablar de peronistas, no de peronismo.
De dos de los cuatro presidenciables que armaron un inexplicable alboroto alrededor de una fotografía preparada, tomada en la oficina de un pulposo consultor.
El senador Miguel Pichetto, Humphrey Bogart, y el más liviano de equipaje, Sergio, Titular de la Franja de Massa.
Con sus anunciadas presencias en Tucumán, ambos subrayan la inexplicable ausencia de los otros dos que posaron. Juan Schiaretti, Vuelve Juan y, sobre todo, Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero.
La fotografía irritó a los que también hubieran preferido posar. Nadie notó que la postal procuraba tranquilizar a la sociedad espantada ante la idea de hierro. Optar sólo por Macri o La Doctora.
El mensaje fue diáfano: deben atenderse otras alternativas.
Otros presidenciables, como Felipe Solá, Máximo Cuadro del felipismo, o Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, y posiblemente Alberto Rodríguez Saa, El Colibrí, exploran alternativas de unificación, o por lo menos de entendimiento, con La Doctora y su frepasito (recurso que hubiera movilizado también el extinto José Manuel de la Sota, Giorgio Armani).
Final con piano
Un año atrás, en el peronismo no correspondía hablar de unidad.
En octubre de 2017 se registraba la vigencia del Macri fortalecido. Tenía la presidencia casi asegurada hasta 2023. Y decidir quién lo sucedía hasta 2027.
Correspondía programar una estrategia de balotaje. Incluso podía afirmarse que “el peronismo unido era garantía de derrota”.
Pero en adelante Macri comenzó a caerse con la pesadez del piano. Acumuló una serie de errores catastróficos, hasta caer en el balcón del Fondo Monetario Internacional. Para depender de Trump, que lo puso en manos de Madame Lagarde.
Hoy para sostenerse, y apostar por otro ciclo de estiramiento de la agonía, Macri necesita multiplicar las divisiones del peronismo. Partir por dos, o por tres, todo lo que huela a peronistas.
Peronistas que aún no están, al cierre del despacho, lo suficientemente maduros para persuadirse que en la etapa electoral sólo persiste el límite de ganar.
Para hacerse cargo, otra vez, del país, sistemáticamente destruido por los seres ejemplares.