Coronavirus en Argentina: cómo viven la cuarentena las personas con autismo
Ludmila, la mamá de un niño con autismo que vive en Castelli, habló sobre las necesidades de quienes padecen este trastorno en medio de la cuarentena. Pidió más empatía y visibilización de esta problemática.
Ludmila Páez sólo pide a la sociedad “un poco de empatía”. Es la madre de Lautaro, un niño con autismo, y expone las dificultades que la cuarentena está provocando en todas las personas con algún tipo de trastorno o discapacidad.
Su caso, dice, es un poco diferente, porque al vivir en Castelli, un pueblo, el tener una casa con patio no es una rareza. “Lauti puede jugar a la pelota en el fondo y con eso logra cansarse y no estar tan hiperactivo”, señala, aunque tiene en claro que para quienes viven en lugares más pequeños la cosa es mucho más difícil.
“Las personas con autismo son muy sensibles a los cambios y la pandemia los sacó de su rutina diaria”, menciona Ludmila como principal efecto que la situación actual. Lautaro se comunica a través de PECS (Picture Exchange Communication System), un programa con imágenes. “Todos los días armamos la agenda diaria pero, como a todos, la pandemia nos cambió la agenda diaria”, dice. Eso la llevó a armarle una habitación luminosa con sillones, sus peluches y otros juguetes, donde Lautaro pasa la mayor parte del día.
“Tratamos que su vida dentro de esto sea lo más normal. Asiste a una escuela normal, juega afuera con algún niño, vienen otros a jugar, organizamos cenas con otros niños”, pero ahora las tareas son otras. “Hoy, como vimos que el día estaba lindo, pudimos salir a jugar afuera, después tenemos que hacer las actividades del colegio”.
Más allá de que va bastante bien, Ludmila dice que “lo que más extraña es a Prisci mi hermana que tiene síndrome de Down y vive en Lezama”. Una de las claves, resalta, la información. “Tratamos de explicarle por qué no podemos salir. Lo entendió desde el primer momento porque la maestra con pictogramas ya le había explicado qué pasaba”.
De todos modos, usar el barbijo es un problema “porque él tiene un trastorno del procesamiento sensorial que lo hace muy sensible a algunas texturas y los sonidos fuertes”.
Ludmila además es acompañante terapéutica, por lo que el tema de la discapacidad le toca de cerca en varios frentes. Reconoce que “hay casos de chicos que no soportan el encierro y llegan a golpearse a sí mismos o a agredir a sus padres”. Por eso aboga por reconsideraciones a la hora de otorgar permisos para salir.
“En el tema de discapacidad, como somos minoría, le cuesta más a la política pensar en nosotros” y propone, por ejemplo, que en Castelli, donde está prohibido salir a la tarde, las personas con discapacidad puedan salir en ese horario, cuando no se cruzarían con nadie. “Es solo un poco de empatía, de ponerse en el lugar del otro”.
“Es una necesidad que los municipios salgan a dar una recorrida por las casas de las familias que tienen hijos con discapacidad, para ver cómo la está pasando, si tiene suficiente comida, si está agresivo”, pide Ludmila.
“Nos sentimos olvidados. ¿Cómo hace una persona con discapacidad para vivir con una pensión de $1.000? Es muy triste”, insiste la madre de Lauti, mientras pide que a la sociedad nada más que “ser un poco más amables, tener una actitud inclusiva”. Ni nada menos.