Viernes 22 de noviembre de 2024
17 FEB 2017 - 20:02 | Sociedad

Conmovedor relato de Inés Estévez tras un intento de asalto

La reconocida actriz y cantante dolorense fue víctima de un intento de robo por parte de dos menores que quisieron arrebatarle su cartera en la noche de la Ciudad de Buenos Aires.

La dolorense Inés Estévez sufrió un intento de robo por parte de dos menores que quisieron sacarle su cartera en plena noche de la Ciudad de Buenos Aires. En su cuenta de Facebook, la talentosa actriz y cantante escribió un relato sensible y conmovedor sobre el episodio que le tocó vivir.

Anoche mis piernas decidieron volver hasta casa caminando desde Palermo. Solía ser una práctica habitual hace unos cuantísimos años, eso de caminar a paso vivo por las noches cuando Buenos Aires se pone aireada en verano. 
 
El caso es que estando cercana a una perpendicular a Alvarez Thomas, (no puedo discernir cuál) salieron de la mas absoluta nada dos pibitos. Cuando digo pibitos digo pibitos. Quienes, evidentemente puestos de acuerdo de antemano, se dedicaron, uno, a tironear la cartera que llevaba al hombro, mientras el otro intentó un golpe duro (no acierto a dilucidar qué era, no era un arma) a la altura del estómago. 
 
Venía yo -por describirlo de algún modo- en un estado emocional intenso similar al de una hembra de alguna especie felina en estado de alerta, lo cual me hizo presentir el ataque, esquivar la contundencia del golpe y aferrarme a la cartera con ambas manos, y por obra de algo que intentó uno de ellos con un pié contra el mío, me sorprendí girando como un trompo, la cartera tomada de las manijas, en ristre, cual Linda Carter, ciega de rabia por el atropello y pena por la desprotección, dando mazazos a cualquier elemento sólido que pudiera acercarse a un metro de distancia de ese molinete humano en el que me convertí por lo que deben haber sido unos segundos. Al cabo de los cuales los chiquitos estos se dieron a la fuga. 
 
Levanté las pocas cosas que cayeron de la cartera, entre las cuales figuraban las toallitas de limpiar las colas de mis hijas, me soplé el flequillo con impotencia, me toqué el cuerpo para comprobar que no había recibido herida alguna, alcé el mentón, y algo dolorida retomé mi marcha a paso vivo hacia mi casa.
 
Cuando llegué mis hijas dormían plácidas. Me llamaron la atención dos cosas: una, que todo el episodio había transcurrido en el mas absoluto silencio, ni ellos ni yo proferimos sonido alguno; la otra, que una vez en casa, sentada al borde de la cama de mi hija mayor, lloré como una nena, pensando que dentro de 5 o 6 años tendrán la edad de esos chicos con los que tuve que boxear para defenderme de no se sabe qué. Me duele un poco un pié, bastante el estómago, y mucho, mucho, el mundo.


 
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